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Kan Li Think

MODAS Y TRADICIÓN

 

El Tai Ji Quan no escapa a la realidad del presente social en el que se desarrolla su evolución. Modernidad y tradición conviven a duras penas en una sociedad que, pese a todo, se esfuerza por desalentar la búsqueda en lo pasado a la vez que, por encima de todo, se centra absolutamente en las posibilidades que nos ofrece lo futuro.

Los antiguos maestros entendían que pasado y futuro no son más que una ilusión que interrumpe el presente real en el que sucede nuestra vida. La tradición como elemento que nos recuerda un contexto histórico diferente y la modernidad como un espacio plagado de oportunidades para la evolución.

Sin embargo, cuando tratamos de artes marciales, parece que todo aquello que se puede situar en el plano de lo tradicional a veces es garante de ortodoxia incorrupta y todo lo que intenta modernizar esa tradición pasada es una herejía sin bases ni fundamentos históricos que lo justifiquen.

El problema de base es sacar las cosas de su contexto real. Modernidad y tradición son dos espacios que deben cubrir la parte que les corresponde dentro de la línea evolutiva del arte.

Muchos practicantes señalan el mayor realismo de los estilos antiguos frente a la lucha por las circunstancias en las que la evolución de dichos estilos tenía lugar. Desde esa visión, la aparente ausencia de retos entre maestros en la actualidad configura un clima evolutivo irreal en el que, aparentemente, la nueva visión del arte se va distanciando de la realidad marcial que lo gestó.

Es cierto que la introducción de novedades en las estructuras y técnicas de un estilo tienen mucho que ver con el contexto social, político, religioso, filosófico, etc., en el que se desarrolla el presente continuo del sistema. También es cierto que, las transmisiones familiares no han sido en muchas ocasiones una garantía de imperturbabilidad de la ortodoxia marcada por el creador o impulsores de un estilo determinado.

Ciertamente esta dicotomía tiene un lógico sentido en su existencia pero también entraña una reflexión de fondo en la que todos los practicantes deberíamos caer. Los antiguos maestros no transmitían el 100 % de su estilo a sus discípulos por muchos motivos. Algunos citan que el motivo de esta medida radicaba en la necesidad de reservarse técnicas que le permitieran defenderse de su alumno si éste se sublevaba. Otros apuntan a la necesidad de que el arte en cuestión evolucionase y, en manos de los alumnos que habían comprendido los principios fundamentales del sistema, la tarea se convertía por lo general en una adaptación de la tradición a la realidad del presente: convivencia con otros estilos, seguridad en la sociedad, migración a otros lugares de orografía y climas diferentes, legislación, evolución moral, etc.

Los grandes maestros eran conscientes de lo limitado de una vida para la evolución de algo tan profundo como las artes marciales. En su humildad comprendieron que sus obras podían ser evolucionadas por otras personas hacia la realidad que les ocupara en cada momento de la historia. Esa evolución debería ser guiada con fidelidad hacia los principios del arte y, por otra parte, debería adaptarse a la realidad histórica que justificase la necesidad de su existencia.

 

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