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Sub-España

Sub-España

El post de esta noche es una crítica. Intentaré que sea la crítica más certera y afilada que he escrito hasta ahora porque el motivo se merece este grado de precisión. Decía Mahatma Gandhi que la grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por el modo en el que se trata a sus animales. Desde esta perspectiva, qué duda cabe de que España, entre muchos otros, estaría a la cola de la evolución moral del ser humano.

Escribo este post en caliente porque quiero que cada palabra, cada acento, cada verbo utilizado, refleje lo más fielmente posible la absoluta indignación que siento ahora mismo. Quiero que el tono interior de mis frases muestre sin sombras los sentimientos que me empujan esta noche a escribir sin freno para poder calmar, si es que escribir calma algo, la tormenta interior que se ha desatado en mí hoy al ver una noticia que he recibido sobre las fiestas de nuestros paisanos de Alhaurín el Grande, un pueblo de nuestra Málaga subespañola.

Estoy feliz de ser de donde soy, amo esta tierra porque he nacido aquí y porque, lejos de la barbarie que pretendo criticar, creo que hay mucha luz y esperanza en las personas que por causas del destino han aparecido en esta localidad para desarrollar sus vidas.

La noticia, con vídeo incluido, muestra a un grupo  de «algos» (he preferido llamarlos así porque el calificativo de personas no es aplicable a este subtipo del género humano) propinando una brutal paliza a una vaquilla hasta causarle la muerte en unas fiestas celebradas en esta localidad el 30 de mayo del presente año. Todo esto ocurrió en el pueblo de Alhaurín el Grande para deshonra de todos los que participamos en el calificativo local que nos pudiera corresponder con esta zona rural. Si quieres ver la noticia o el vídeo, muy duro, puedes pinchar aquí…

Un buen amigo pregunta de dónde salen estos monstruos. Mi reflexión me lleva a plantearme esta pregunta con diferentes sentidos y con otros elementos de búsqueda a los que inicialmente me suscitó la noticia. Personalmente creo que estos monstruos surgen de la falta de educación en valores de respeto por la vida. Esta falta de valores tan ejercida en los entornos rurales nos muestra una subespaña (he querido escribirlo así para que el calificativo no salpique a los inocentes) difícilmente digerible.

La subespaña de los ajustes de cuenta pueblerinos escopeta en mano por un trozo de terreno, la de las fiestas tradicionales en las que el punto culminante es matar por encima de todo a un ser indefenso. Esta subespaña de la que muchos se sienten orgullosos llamándola «de tradiciones arraigadas» es nuestra gran vergüenza nacional. Un subgrupo animal horrible que ha crecido en las matanzas de gatos como deporte, en el sano ejercicio, y lo digo con toda la sorna posible, de matar pajaritos con trampas o con redes. Es la subespaña de la matanza de los cerdos como un acto entrañable y de alto valor sentimental. La subespaña de los domingos a misa y el resto de la semana a la taberna. Esta es la subespaña de la violencia de género. La subespaña de planes de empleo rural fraudulentos, esta subespaña que tantos se han empeñado en vendernos como destino turístico es un resquicio de nuestros antecedentes salvajes y retrógrados. Es un resto genético de nuestro país que intenta perdurar a costa de lo que sea.

Una fiesta en la que se tortura y mata a un animal por diversión nos pone delante de la gran cuestión nuclear de todo. Un individuo que impasible, somete, tortura, observa o participa indirectamente en promover estos horrores, es una pieza de un entramado nacional de la barbarie que luego aparece en otras formas de violencia que no sabemos paliar y cuya génesis parece desconcertarnos.

El núcleo de nuestra violencia, de nuestra mala leche nacional, tiene mucho que ver con nuestra incapacidad para revisar nuestra maldad cultural, con nuestro delito común de participar, por acción o por omisión, en el fomento de un modelo de cultura en el que la atroz tortura de un ser vivo sigue siendo una fiesta, un espectáculo y una seña de identidad.

Lamento que se sientan dolidos o dolidas los que se identifiquen con toda esta basura sangrienta y pútrida que contamina la misma esencia de lo que significa ser humano. Para ellos y ellas no tengo más remedio que expresarles mis condolencias por que no hayan nacido con un mínimo intelectual lo suficientemente amplio como para darse cuenta de en qué estado de involución se encuentran. Asimismo me gustaría recomendarles personalmente que crezcan porque hacia dónde nos dirigimos esto es ya inadmisible.

Nadie debería disfrutar con la tortura de otro ser vivo. De ser así, qué duda cabe de que nos encontramos ante enfermos de inconsciencia o de maldad. Lamentable que la educación en los pueblos haya fallado, que las leyes en los pueblos hayan fallado, que la gente de los pueblos haya fallado, que la policía haya fallado y que los ancianos de los pueblos hayan fallado en su evolución al no transmitir a sus hijos e hijas los valores de respeto y humanidad que deberían haber alcanzado en su madurez como personas.

Lamento hoy enormemente ser una pieza vital de todo este entramado. Renuevo una vez más mi compromiso personal de luchar con todas mis fuerzas para apoyar cualquier iniciativa que permita reconducir esta terrible situación que nos mancha a todos de sangre, de vergüenza y de odio. Hoy es un día más de luto que preferiría no haber vivido, no al menos en esta subespaña de catetos tarados que disfrutan matando a golpes a un animal inocente e indefenso.

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