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Siguiente ciclo de crecimiento

Siguiente ciclo de crecimiento

«No tengo fe en la perfectibilidad humana. Creo que el esfuerzo humano no va a tener un efecto apreciable sobre la humanidad. El hombre es ahora más activo, no más feliz, ni más sabio, que lo que lo era 6000 años atrás»

Edgar Allan Poe

Retomamos nuestra producción de palabras en este espacio después del descanso que esta parte del año nos dedica. Un descanso que se convierte en otra forma diferente, obligatoria e inducida de estrés, preocupación, obligaciones y prisas.

Parece que los periodos finales de ciclo no llevan aparejada la necesaria o recomendable fase de reflexión sobre lo que cubrimos en el ciclo terminado. El mismo concepto de ciclo, en su propia esencia construida, nos habla de un principio y un final que vuelve inevitablemente a reproducirse hasta el final. Esta rutina, más amplia de las que percibimos en nuestra cotidianidad, con el paso de los años, se revela y nos muestra toda su compleja y asfixiante cadencia para hacernos ver, quizá ya tarde, que seguimos remando en círculos en nuestras pequeñas vidas.

Si dedicásemos esta parte final del año terminado a hacer reflexiones, recopilar ideas, extraer conclusiones, perfilar sentidos y apuntar a otros objetivos naturales más acordes a lo que hayamos descubierto de nosotros, quizá si hiciésemos ese pequeño esfuerzo final, podríamos comenzar el siguiente ciclo en el plano de crecimiento progresivo que nos corresponde como seres pensantes, conscientes y amantes.

Las religiones, el capital, la política y el trastorno social en el que vivimos, nos llenan de contenidos innecesarios estos momentos en los que comienza el recogimiento interior que el mismo clima nos invita a visitar.

Quizá esta forma de hacer las cosas al revés debería ser modificada por nuestra parte para adaptar nuestra singularidad existencial a una propuesta que está fuera de todo mensaje mesiánico o fatalista: comprender el sentido inmediato de nuestra existencia.

Somos, estamos, hemos llegado y dejaremos de ser, de estar para salir de este plano o difuminarnos en el sentido abstracto de un universo demasiado enorme y eterno para que accedamos a comprenderlo en términos binarios. Partir de nuestra inmediatez como eje de nuestras reflexiones personales nos permite ahondar en un ahora en el que sobran una gran parte de las complicaciones adquiridas por inducción. En esa inmediatez podemos entender que parte del proceso del que formamos parte nos exige esfuerzo, nos pide trabajo, nos alienta a un tipo de descubrimiento que necesariamente va a cumplir una función de perpetuación en una consciencia final universal. Esta visión como partículas participativas de un universo expansivo, infinito e indescifrable, nos empuja a entender los dos ejes fundamentales de nuestra existencia: conocer y legar. La propia genética humana cumple estas dos funciones en sus procesos autónomos autoconstructivos. Nos reproducimos y transmitimos en esa reproducción aspectos de nuestras propias modificaciones realizadas en nuestra tarea existencial. Vivimos para modificarnos y perfilar en la medida de lo posible nuestro intelecto, nuestra comprensión, nuestra fisiología, nuestra química, nuestra sociedad y todo aquello que  tiene algo que ver con nosotros.

Estas modificaciones son los frutos de nuestra increíble capacidad de adaptación. Esta adaptación, sumada a una selección natural que irá eliminando progresivamente de la ecuación a aquellos segmentos humanos que no llegan a los mínimos adaptativos comunicables, garantiza un canal generacional de comunicación de modificaciones adaptativas obligado a tener su correspondencia en las acciones de comunicación de nuestro conocimiento global adquirido.

El crecimiento exponencial de las ciencias, la tecnología en su conjunto, así como el resultado de miles de años de investigación humana, no puede desmerecerse en un intento casi constante de involucionar para recuperar una esencia primitiva que poco o nada tiene que ver con nuestra esencia natural. No nacimos perfectos como humanos, nacemos con unas pautas modificables a lo largo de la vida y es nuestra enorme responsabilidad transmitirlas interna y externamente a nuestra descendencia. Mejorar interiormente y mejorar exteriormente el entorno en el que vivimos es el eje del equilibrio de esta transmisión. El ser humano es una parte clave de esta construcción autónoma del universo. Los motivos generales, las causas, el sentido gigante de todo esto queda muy lejos de nuestras ocupaciones particulares, las que nos corresponden como piezas conscientes de todo este flujo de partículas a través del vacío del universo.

Por este motivo, reflexionar al final de nuestros ciclos anuales, aquellos en los que el sol y las estrellas nos marcan su principio y su final, se torna fundamental para ordenar y organizar nuestra información recibida, encontrar los elementos deficitarios personales sobre los que trabajar, proyectar nuestra participación activa en nuestro radio de acción para mejorar lo que nos rodea, sin perder de vista que una parte importante de nuestro potencial transformador radica en la radiación que nuestra propia transformación tiende a emitir.

Tenemos una misión casi sagrada en la educación de nuestros hijos, la transmisión de unos valores que les permitan a ellos, a su vez, reproducir esta tarea evolutiva con garantías de perpetuar el ascenso progresivo del concepto humano al espacio de implicación universal que le corresponde. La tecnología es un fragmento más de nuestro conocimiento que debe evolucionar para apoyar esta tendencia y esta misión. Internet es una herramienta fundamental para generar este flujo de conocimiento nacida de nuestra propia evolución y progresión como especie inteligente.

Todos los mecanismos de perfeccionamiento deben progresar para que en el futuro que no veremos, aquello que hicimos para propiciarlo, genere más luz que oscuridad con la absoluta convicción de que nuestras reflexiones anuales de perfeccionamiento y nuestro propósitos futuros ha contribuido lo suficiente en todo este maravilloso baile celestial.

Mejorar nuestra alimentación, ser más ecológicos y más lógicos en el esfuerzo que ponemos para organizar nuestras vidas, vivir más acorde a lo que la naturaleza nos propone, amar antes que odiar, crecer antes que estancarnos en los «yo soy así», conocer, estudiar, comprender y transmitir, despedir a la envidia y al rencor conscientes plenamente de su inutilidad, respetar, ser justos, ayudar, participar y tolerar como medida de apoyo a los que quieren crecer y no lo saben. Pasar a un plano de participación abandonando el plano posesivo que nos lleva a materializar como productos a aquellos que pueden colaborar con nosotros en esta fantástica oportunidad de construir la consciencia absoluta. Quizá esta pequeña lista de propósitos, fruto de esta reflexión que apuntaba antes, pueda convertirse en un motor personal que llene de sentido una vida que no puede sustentarse en las esperanzas de posesión o en la proyección de la existencia a otras vidas cuya realidad no sabemos a ciencia cierta.

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