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Kan Li Think

Un comienzo

Llevaba ya algún tiempo con dolores de espalda y de cuello, el maldito trabajo en la oficina. Probé, creo, todos los masajistas de las páginas amarillas y siempre salía estupendamente de las consultas pero, claro, al día siguiente retomaba mis nefastos hábitos laborales y en dos días, volvía a ser la alcayata de siempre.

            Tras muchas reprimendas por parte de médicos, amigos fisioterapeutas y algún que otro listillo que se apuntaba al carro de dar lecciones vitales, me planteé realizar algún ejercicio continuado que me permitiera ir corrigiendo mis malas posturas. Y ahí empezó la odisea... Estaba muy resuelta a emprender el camino hacia el bienestar, reuní todas las fuerzas que hallé en mí y algunas que recogí por ahí. Estaba decidido: el próximo lunes comenzaría una nueva vida. Por fin, a mis treinti... algos iba a ponerle remedio a mis perennes dolores de espalda.         

            ¿He dicho «solita»? Bueno, quizás, me dejé llevar un poco por el ímpetu del momento. Lo primero que hice fue llamar uno por uno a mis amigos para intentar convencer a alguno de que me acompañara al gimnasio el lunes. Estaba a jueves así que no tenía mucho tiempo. Debo confesar que negativa tras negativa, en lugar de venirme abajo, me iba creciendo en dar argumentos y explicar las ventajas de iniciar una actividad física dentro de este ritmo plagado de estrés, sedentarismo y actividad básicamente mental. Estuve toda la tarde enganchada al teléfono y cuando llegó la noche, era más sabia (me había enterado de todos los cotilleos de mi círculo y del de más allá), era más consciente de la realidad (comprobé que muy poca gente de mi entorno se plantea modificar su vida y adoptar hábitos más saludables) y estaba súper convencidísima de lo que iba a hacer (tantos argumentos había dado ya por teléfono que me persuadí por completo de lo necesario que era aplicarle un poco de equilibrio a mi existencia).

            Ahora me quedaba decidir en qué centro iniciaría ese cambio y cuál era la actividad que mejor se ajustaba a mi estado de ánimo actual. Bajé a la calle y en diez minutos ya no me cabía más publicidad en las manos. ¿Quién necesita Internet cuando existen los molestos papelitos en el limpiaparabrisas? Ofertas de todo tipo, actividades para todos los niveles y gustos. Pasé por la puerta de algunos de los gimnasios anunciados pero... algo me decía que aquello no era exactamente lo que buscaba. Eso sí, me bajó un poco el entusiasmo, empecé a pensar en que había idealizado el momento y que ahora no era capaz de ubicar mis expectativas (esas que no hay que tener...lo sé) en algún centro que, a su vez, equilibrara el mío.

            El lunes, mientras caminaba hacia el coche para ir al trabajo, me apoyé un momento en un escalón para atarme los cordones y allí estaba: una puerta minúscula con un discreto cartel que rezaba «Escuela de tai chi». Había oído hablar antes del tai chi, lo había visto en los anuncios de leche de soja y me sonaba equilibrado (no sé por qué) así que interpreté esa parada en mi camino como una señal y decidí acudir por la tarde a probar una clase.

            El centro era pequeño pero muy acogedor y olía increíblemente bien. Me quité los zapatos, caminé hacia el vestuario y mientras esperaba a que llegaran los demás alumnos de la clase, empecé a ojear los folletos de la puerta. ¿Qué? ¿Cómo? ¡¡Que el tai chi es un arte marcial!! Menuda tomadura de pelo esos anuncios de leche de soja, ¡si parece que no los altera ni el aire!

            De repente, vinieron a mi mente los recuerdos de los cardenales provocados por las patadas que me daba mi hermano cuando «practicaba» Taekwondo en casa. Tenía la mirada fija en la puerta... ¿Cómo salgo de aquí? Menuda intuición, una señal, una señal... ¡Esto sí que era estrés! Sin quererlo, había logrado unificar todo mi ser en una única dirección, recoger los zapatos y salir sin que nadie me vea. Determinación, Luna, determinación. Imposible. En ese mismo instante el profesor me «capturó» y me llevó hacia la sala. Estaba ante mi primera clase de tai chi.

            Espero que no duela mucho, es lo último que pensé antes de entrar.

 

Continuará... Mi primera clase de tai chi CHUAN 

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