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Dolor de cabeza y dulzura

Para el dolor de cabeza tomamos unas cuantas soluciones que finalmente acaban con tan molesta sensación.

¿Por qué duele la cabeza? Queremos erradicar el dolor sin escuchar los motivos que nos lo trae a nosotros como una señal de alarma, verdadera raíz de su existencia.

Si aplicamos el sentido común veremos que el dolor, por sí mismo, no tiene otra utilidad que la de llamar nuestra atención para que nos apliquemos al máximo en solventar un problema que afecta a nuestra integridad física y mental.

Cuando duele la cabeza, algo está ocurriendo en nuestro interior. Una señal de aviso para que tomemos en cuenta algo, algo que cada persona, a través de un buen médico, debemos descubrir.

Cuando acudimos al médico con esta señal de alarma, lo verdaderamente alarmante es que la solución consista en acallar la alarma. Es como si al saber que nos están robando el coche, utilicemos el desbloqueo de la alarma para no escuchar el molesto zumbido de ésta.

Debemos ir más allá y comprender qué está ocurriendo. Muchas pueden ser las causas de este dolor. La medicina china apunta a numerosas causas con un origen específicamente reconocido.

Según esta antigua tradición médica, la cefalea puede producirse por etiología externa, en lo que tendrían una importante responsabilidad los agentes patógenos externos como viento, frío, humedad, calor, etc. Quizá el viento sea el elemento externo más relevante en la producción de este signo de alarma.

También puede producirse por afección interna. Según el Su Wen, el cerebro es el mar de la médula y su desarrollo, manutención y nutrición como tejido (trofismo) depende de la sustancia basal y de la sangre del hígado y riñón. También influyen las sustancias nutritivas que proporcionan el bazo y el estómago. Por lo tanto, según la medicina tradicional china, la cefalea por afección interna está causada por algún problema relacionado con el hígado, el bazo y el riñón.

En consecuencia, podemos ver que nuestros dolores de cabeza tienen mucho que ver con nuestra manera de movernos en el entorno y, sobre todo, con la manera que tenemos de alimentarnos, bien sea por comida o por bebida.

Nuestra alimentación está plagada de elementos que provocan interferencias y problemas directamente al cerebro. Tal es el caso de los edulcorantes artificiales cuyo efecto sobre el cerebro está ampliamente demostrado. Quizá el caso más sangrante sea el de aspartamo. Un compuesto formado por dos aminoácidos (acido aspártico y fenilalanina) y metanol, que se acaba degradando en ácido fórmico y formaldehído. La implantación de este compuesto como edulcorante de base de miles de productos tiene mucho que ver con unos intereses comerciales por encima de las investigaciones que se han realizado sobre sus efectos en la salud.

Se ha relacionado la evolución de tumores en el cerebro con la ingesta habitual de esta sustancia. Algunos científicos apuntan a una relación directa con los casos de esclerosis múltiple.

El aspartamo se legalizó en 1981 bajo la tutela de un personaje ampliamente conocido: Donald Rumsfeld. Varios altos ejecutivos de la FDA (Food and Drug Administration), máxima autoridad sanitaria de los Estados Unidos, acabaron con puestos de la máxima remuneración en compañías como Monsanto, relacionada con la industria armamentística mediante el desarrollo del gas naranja en los años 70, causante de miles de muertes en Vietnam y de enfermedades incurables entre las tropas estadounidenses.

El panorama asusta. Precisamente la FDA ha rechazado en numerosas ocasiones la legalización de la stevia, un edulcorante natural de cualidades superiores a las del azúcar y sin los problemas calóricos de éste. Este producto que podría resultar una alternativa no dañina para la salud, ha sido relegado a la venta en herbolarios, lo que impide su utilización industrial y evita cualquier competencia con el veneno endulzante presente en tantas marcas industriales.

Además, la stevia que se cultiva en Paraguay, podría ser una alternativa rentable a la transformación de los cultivos de coca que se realizan en las montañas de dicho país y que suponen una fuente de este producto para su consumo en Estados Unidos.

Es lamentable que siempre tengamos que sufrir en nuestras carnes los intereses financieros de estas grandes corporaciones sin escrúpulos que se enriquecen indiscriminadamente evitando cualquier opción que no perjudique a la salud de los consumidores finales.

Tan sólo nos queda una solución para paliar este problema y evitar en definitiva nuestros numerosos quebraderos de cabeza, decidir al consumir, evitar estos productos a toda costa; establecer una guerra directa y constante contra aquellos que no se preocupan más que por sus intereses sin tener en cuenta la desgracia que producen.

Quizá nuestro dolor de cabeza al consumir el aspartamo es un aviso para que cambiemos este aspecto del mundo que hace prosperar a monstruos como los que hemos mencionado y destruye la salud de las personas que intentan sobrevivir en esta selva de venenos.

 

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