Blogia
Kan Li Think

Tú decides

Tú decides

Qué difícil es decidir en los tiempos que corren. Cuando la oferta de todo es tan amplia, parece una labor titánica centrarse en el objeto que pretendemos adquirir. De ello se nutren las campañas publicitarias que nos bombardean constantemente con mensajes que van a todos los niveles de nuestra percepción.

Esta agresión constante a nuestra serenidad parece justificada en una guerra comercial en la que los más insistentes, los más competitivos o los menos escrupulosos, barren nuestros descansos perturbando los pocos momentos de serenidad que tenemos entre trabajo, obligaciones y sueños.

Sin embargo, parece que esta lluvia mediática que nos impulsa a desear, a necesitar cosas que antes ni sabíamos que existían, está llegando a su límite natural. Estamos ante un cuello de botella en el que nuestra propia psique ha establecido fórmulas para dejar de ver y oír los mensajes que se apartan de lo que realmente podemos necesitar.

Según la MTC, nuestra capacidad de decidir libremente y con acierto está vinculada a la circulación energética del elemento madera, en concreto a nuestro sistema energético vinculado al Hígado. Quizá si observamos la violencia y agresividad creciente de nuestra sociedad, la represión progresiva a la que las personas se ven abocadas para seguir las normas impuestas, el clima de injusticia social y el desorden natural de nuestras vidas, podemos comprender la relación existente entre todos estos elementos para poderles dar una sutil patada y reconducir nuestra funcionalidad humana. Sí, funcionalidad ante la vida, por y para la vida.

Para un artista marcial, el control sobre el centro es fundamental, el control sobre sus emociones negativas o sobre la exageración de aquellas que en su justa medida son un signo de salud física y mental, se convierte en una decisión también. Una decisión y una determinación inquebrantable de seguir en la dirección correcta por muchas veces que se nos bifurque el camino que tenemos por delante.

Nuestro razonamiento funcional tiene un carácter externo en nuestro plano psíquico, la reflexión tiene una funcionalidad vital para la supervivencia y para la existencia comunitaria. Nuestras emociones están en un plano más profundo. La acción de un plano sobre el otro en equilibrio nos permite establecer lazos entre nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestras emociones y nuestro sentido vital. La supervivencia y evolución de nuestra naturaleza primordial depende de la sana interacción entre nuestro pensamiento superficial y nuestro pensamiento profundo, entendiendo el razonamiento como lo primero y las emociones como lo segundo.

Cuando nos vemos obligados a decidir, constantemente, sobre todo lo que acontece no estamos contraviniendo ninguna norma natural de la vida, simplemente estamos realizando una acción equilibradora entre un yin o un yang contextual concreto. Sin embargo, cuando esta acción es constante y tenemos ante nosotros a cada momento, no dos o tres opciones de decisión, sino miles, millones, entonces estamos en realidad frente a un problema de percepción que debemos abordar inmediatamente.

No somos ordenadores. Nuestra mente está siendo obligada a evolucionar en la dirección de una máquina, de un ser capaz de hacer millones de cálculos por segundo antes de dar un paso. Esta asimilación de nuestro pensamiento, de nuestra capacidad psíquica a la de un ordenador, por una parte nos muestra el interés de algunos de implicar laboralmente el 100% de nuestra efímera existencia y, por otra, nos está mostrando un desvío equivocado de nuestro proceso evolutivo. Muchos pensarán que esto no tiene vuelta atrás. No estoy de acuerdo.

Nuestra evolución como personas, definición que aglutina no solo a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo, está vinculada directamente a nuestro proceso de maduración y comprensión profunda. Nuestro crecimiento personal tiene una única dirección sin tantas decisiones. Necesitamos acometer un plan de supervivencia acorde a nuestra adaptación natural al medio que ya nos está impulsando a dejar de oír, dejar de mirar y dejar de hablar. Podemos hacernos multitud de preguntas para afrontar este problema:

·         ¿Qué pensamientos nos sacan del eje?

·         ¿Por qué lo hacen?

·         ¿Cómo hemos llegado a darles ese poder?

·         ¿Quién los dirige realmente?

·         ¿En qué medida intervienen los diferentes sistemas sociales en esta situación?

·         ¿Hasta qué punto obedece ese estado a nuestra real naturaleza?

·         ¿Cómo se relacionan nuestras emociones desequilibradas con determinados enfoques de razonamiento?

·         ¿Cómo puedo revertir la situación?

·         ¿Hasta qué punto estoy inmerso en este caos?

·         ¿Qué necesito realmente para mantener el equilibrio?

·         ¿Hasta qué punto puedo desenfocar los pensamientos desequilibrantes?

·         ¿A dónde puedo mirar para recuperar mi centro?

·         ¿Cuál es el estado ideal para conseguir mantenerme en ese proceso?

·         ¿Cómo evito las recaídas?

Si tras hacernos estas cuestiones comprendemos que nuestra vida discurre en un clima de complejidad extremo, en parte motivado por la gran cantidad de necesidades adquiridas absurdas, podremos concretar, sin necesidad de decidir por la pastilla roja o la azul, que es el momento de levantar el pie del acelerador.

Es el momento de comprender lo fundamental, lo necesario, lo inequívocamente humano que hay detrás de nuestro sentido, detrás de este pequeño fragmento de tiempo que llamamos vida.

Un artista marcial decide con rapidez ante el conflicto, decide antes del conflicto. Decide sobre las vías de escape, sobre las formas de disolverlo, sobre cómo estamos siendo arrastrados hacia él, cómo participamos en su progresiva inflamación. Esta capacidad de decidir no puede estar agotada por miles de elementos  que nada tienen que ver con nuestra real supervivencia. Necesitamos pensar con claridad, discernir y tomar las decisiones acertadas para la vida. Este es el primer pilar de decisión, decidir vivir.

Cuando estamos inmersos en el conflicto, cuando estamos en la distancia en la que no hay marcha atrás, ya hemos saltado al vacío. A partir de ahí no hay decisiones posibles. Solo queda una acción resuelta y guiada por lo que ha sido nuestro entrenamiento a lo largo de los años. Nuestras decisiones tienen un contexto natural, si agotamos nuestra energía para decidir, agotamos nuestra capacidad para crecer y para gestionar con acierto estas situaciones de conflicto. La madera también tiene esa característica en la MTC, el crecimiento, el florecimiento que, de no tener energía suficiente por agotarse en banalidades, puede llevarnos a tomar el camino equivocado, un camino que en ese caso estará acompañado por la ira, por la tensión, por la enfermedad y por el desconcierto de no comprender por qué o para qué estamos actuando de esa forma concreta.

Decidir vivir es apostar por lo simple sin perder de vista la enorme complejidad de la naturaleza de la que formamos parte. No podemos dejar de maravillarnos de la realidad de la creación, de cómo la vida fluye, pulsa a nuestro alrededor, unas veces haciéndonos actores y otras espectadores de tan magnífico espectáculo.

Decidirse por la conversación, por la paciencia, por esperar tranquilo sin sobresaltos la lógica maduración de la vida forma parte de un enfoque saludable de nuestros aspectos psíquicos. Dejar de alterar constantemente nuestras emociones a través de un deseo imposible de satisfacer por la miríada de objetos sobre los que nos impulsan a decidir, de una visión limitada de lo que somos o lo que podemos ser. Si sentimos realmente en silencio nuestro interior, no habrá dudas de lo que somos. No necesitamos decidir qué hacer porque nuestra naturaleza nos guiará correctamente a través de una acción abierta desde el mismo corazón.

Si dejamos entrar los mensajes que nos invitan a tomar partido en exceso sobre aquellos elementos que no aportan a nuestra vida nada más que complejidad, consumo, dispersión, distorsión, evasión de lo importante, seguramente fabricaremos mil y un argumentos para no salir de esa espiral insana e inhumana.

El ser es lo que es. Su evolución es la evolución de la consciencia. Ser conscientes constantemente del instante presente, de la realidad que nos envuelve y nos aborda, la que sí que requiere nuestra presencia física, mental y espiritual. La vida ciertamente es un proceso constante de decisiones, pero decisiones desde el equilibrio, decisiones sobre lo vital, sobre lo humano, sobre lo realmente necesario. Decidimos ser quienes somos, sin inducciones. Decidimos hacer el bien o el mal, decidimos apoyar a las personas o hacerlas caer, decidimos ser nosotros mismos o un personaje inventado por otros para que alimentemos sus arcas a costa de nuestra propia naturaleza.

No hay revoluciones de sangre y fuego. La máxima revolución a la que podemos aspirar es la revolución de decidir por nosotros mismos, desde nuestra naturaleza, el camino real de nuestras vidas, nuestra coherencia sobre los elementos reales de la felicidad que queremos fomentar y difundir. Esta revolución sobre la decisión profunda nos permitirá no caer en el engaño del consumo, en el engaño de la política, en el engaño del pensamiento inducido. Nos permitirá levantarnos por la mañana afrontando el proyecto vital diario de fluir en la vida con amor, bondad, paciencia, ilusión, esfuerzo y voluntad de progresar en todos los aspectos positivos de nuestra conciencia. Es cierto que lo oscuro también vive dentro de nosotros, pero nosotros decidimos hacia dónde dirigir nuestro foco mental, decidimos qué nos calienta desde dentro el corazón y qué nos calienta superficialmente agitando emociones que desequilibran nuestra energía.

La paz depende de esta revolución personal interior. Depende de nuestra capacidad de ser ejemplares en el ejercicio de esta determinada decisión de ser nosotros mismos, de ser auténticos. Una revolución imparable porque el corazón del ser humano es la fuente de energía más potente del universo, estamos formados por el mismo Qi que anima a las estrellas a brillar, que guía el movimiento de los planetas y los astros de este inconmensurable universo.

Si somos conscientes de nuestro papel en este gigantesco entramado, dejaremos de utilizar nuestra vida para estas pequeñas cosas sin sentido. Nos centraremos en aumentar nuestra conciencia, el elixir sagrado de este universo formado de partículas que no sienten, que no sueñan, que no comprenden. Estas características de la energía del universo se dan en cada uno de nosotros, nos permiten ser la quintaesencia de la evolución de un universo expansivo que converge en nuestra capacidad para desarrollarnos con la misma fuerza expansiva que hace girar el espacio y el tiempo.

Esta es nuestra verdadera e imparable revolución, la que dará al traste con toda la oscura superficialidad que pretende convertirnos en un montón de chatarra de usar y tirar. No podemos ni debemos ceder ante esta tendencia, debemos mantener vivos los valores que nos hacen ser humanos, esa misión no imposible le da todo el sentido que necesita nuestra existencia.

A partir de esa convicción, de ese sentido de nuestro papel fundamental en el universo, encontraremos toda la motivación necesaria para abordar las tareas que nuestro corazón nos proponga, conscientes entonces de que nuestra misión es la misma misión de la creación. Que nuestra acción diaria no es diferente de la radiación solar que hace brotar la vida. Que nuestra ilusión por amar y ser amados es el objeto último de un universo que quiere comprenderse, a través de nuestra propia consciencia, porque todo lo que vemos y lo que nos llega no deja de ser un reflejo interpretado de nosotros mismos.

0 comentarios